A veces me dicen que soy fría, y quizá sea cierto. Pero
dosificar las emociones no es solo un deber, sino también una necesidad:
sonrisas y lágrimas pueden ser muy peligrosas si se dejan fuera de control. Hay
que gestionarlas con cuentagotas para que no caigan en manos de algún
desgraciado capaz de usarlas en tu contra